Entierro prematuro

Los animales y
los humanos pueden
ser enterrados vivos intencionadamente
(como una forma de tortura, asesinato
o ejecución),
voluntariamente (como un truco,
con la intención de escapar), accidentalmente (por ejemplo, bajo escombros
debido a un desastre o al derrumbamiento de un edificio o una cueva), o de
manera no intencional (en la creencia equivocada de que la persona viva está muerta).
Índice
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Si el
enterramiento no se invierte dentro de un corto periodo, lleva rápidamente a la
muerte, normalmente a través de uno o más de los siguientes fenómenos: asfixia, deshidratación, inanición o,
en climas fríos, congelación.
Aunque la supervivencia humana puede extenderse brevemente en algunos ambientes conforme
el metabolismo del
cuerpo se ralentiza, en la ausencia de aire, la pérdida de la conciencia tendrá
lugar dentro de los 2 a 4 minutos y la muerte por asfixia en 5-15 minutos. Un
daño cerebral permanente se produce por la privación de oxígeno después de
algunos minutos, incluso si la persona es rescatada antes de morir. Si tiene
acceso a aire fresco de alguna manera, la supervivencia es más probable en
cuestión de días, si no hay ninguna lesión seria.
Una persona
atrapada con aire para respirar puede por lo tanto durar un considerable
período, y el entierro ha sido usado como un modo muy cruel de ejecución,
durando lo suficiente para que la víctima comprenda e imagine cada etapa de lo
que le está ocurriendo (estando atrapada en total oscuridad con escasa o
ninguna capacidad de movimiento) y para experimentar gran tormento físico y
psicológico incluyendo pánico y
una claustrofobia extrema.
Al menos se ha
documentado un caso de enterramiento accidental en el siglo
XIII. Hay resurrecciones provocadas por ataúdes caídos,
ladrones de tumbas, embalsamadores o disecciones frustradas. Temiendo un
enterramiento vivo, George
Washington, en su lecho de muerte, hizo que sus sirvientes
prometieran no enterrarle hasta tres días después de su muerte.[cita requerida] En
los años noventa se
documentaron casos de pacientes accidentalmente empaquetados, atrapados en una
caja de acero o enviados al depósito
de cadáveres.1
El escritor
español Luis Zapata de Chaves (1526-1595), por su parte, recoge en su obra
miscelánea "Varia historia", compilada alrededor de 1591-1594,
diversos casos de enterramientos prematuros, llevados a cabo durante las
periódicas epidemias de peste que azotaron España durante el siglo XVI. Así,
por ejemplo, en el capítulo 185, titulado "De cosas extrañas que con peste
acaecieron en Málaga", se puede leer: "También es de harta maravilla
otro caso, que en tanta confusión –que medio vivos, por despachar los
embarazados ministros, se arrojaban por ahí los recién muertos– echaron en el
carnero un vivo, y muchos muertos sobre él y cal viva para que los consumiese
presto; y al echar de otros dio voces aquel vivo hombre, quien había tres días
que se echaban en el carnero cuerpos muertos; óyenle, respóndenle, sácanle vivo
de la misma casa de la muerte con muchas llagas de que le comió la cal viva
pechos y piernas y brazos; y, en fin, en tanta mortandad quedó sano y alcanzó
después largos días de vida, pasando primero de la vida a la muerte y después
de la misma muerte tornando a volver a la vida acá" (en José Gallardo
Moya, "La Varia historia de Luis Zapata de Chaves. Estudio y edición
crítica", tesis doctoral en preparación).
En 1897, el
conde Karnice-Karnicki de Bélgica patentó
un sistema de rescate, que mecánicamente detectaba movimiento en el pecho que
accionaría una bandera, una lámpara, una campana y aire fresco. En parecido
sentido, en Gran
Bretaña se desarrollaron varios sistemas para salvar
a los enterrados vivos, incluyendo paneles de cristal rompibles en la tapa del
ataúd y sistemas de poleas que alzarían banderas en la superficie (sin
aportación de aire, como en el modelo italiano, esto naturalmente sería inútil
sin guardias que vigilaran sobre la tumba). En 1995,
un fabricante italiano de ataúdes introdujo un modelo con un sistema de
intercomunicación y un mensáfono. Estos son ejemplos de ataúdes de seguridad.
Vital
de Milán enterrado vivo.
En la antigua
Roma, una virgen vestal condenada
por violar sus votos de celibato era
«enterrada viva» metiéndola en una cueva sellada con una pequeña cantidad de
pan y agua, ostensiblemente de manera que la diosa Vesta pudiera
salvarla en caso de que fuera verdaderamente inocente.2
Según la
tradición cristiana, una serie de
santos fueron martirizados de esta forma, incluyendo a san
Castulo3 y Vital
de Milán.4
En la Italia
medieval, los asesinos impenitentes eran enterrados vivos. Esta práctica
aparece mencionada en el canto XIX del Infierno de
Dante.
En el siglo XVII
y principios del XVIII en la Rusia feudal,
el mismo modo de ejecución era conocido como «el pozo» y se usaba para castigar
a las mujeres que hubiesen asesinado a sus esposos [1].
El último caso conocido data de 1740.
En la época
preislámica, algunos árabes solían
enterrar vivas a sus hijas recién nacidas, pues las consideraban fuente de
vergüenza y pobreza. El Corán prohibió
con rigor esta acción.
En raras
ocasiones, algunas personas realmente lo organizan para ser enterradas vivas,
supuestamente como una demostración de su controvertida habilidad para
sobrevivir a tal evento. En una historia que ocurrió alrededor de 1840, Sadhu
Haridas, un faquir indio,
se dice que se enterró en la presencia de un oficial del ejército británico y
bajo la supervisión del maharajá local,
siendo colocado en una bolsa sellada en una caja de madera dentro de una cámara
acorazada que luego se enterró, aplanándose la tierra en el lugar, y
sembrándose cosechas en el lugar durante mucho tiempo. Todo el lugar fue
guardado día y noche para impedir el fraude, y fue excavado dos veces en un
periodo de diez meses para verificar el entierro, antes de sacar al faquir y
revivirlo lentamente en presencia de otro oficial. El faquir dijo que su único
temor durante este «sueño maravilloso» era ser comido por gusanos subterráneos.
Este evento es muy sospechoso, pues según la ciencia médica actual, no es
posible que un ser humano sobreviva diez meses sin comida, agua ni aire.5
Los demás que lo
han intentado han muerto, así que ser enterrado vivo voluntariamente es ilegal
en la India.
En 2003, el
artista David Blaine fue
enterrado dentro de un tanque de agua, lo que permitía verlo por encima de la
tierra, durante siete días.6 Más
tarde Blaine pasó por un aislamiento de 44 días, colgando en el aire en una
caja de plexiglás enfrente
de una audiencia callejera al azar y sin comida.News.BBC.co.uk
Being Buried
Alive (2005, 2007): una performance representada
varias veces por el grupo artístico monochrom. Gente en Los
Ángeles, San Francisco, Vancouver y Toronto tuvieron
la oportunidad de ser enterrados vivos en un auténtico ataúd durante
15 minutos. Como parte del programa miembros de monochrom llevaron a cabo
conferencias sobre la historia de la ciencia de determinar la muerte y la
historia cultural médica del «enterramiento vivo».
Hay una leyenda
urbana que circula por correo electrónico en la
que The Bad Old Days afirman
que la expresión inglesa saved by the bell (‘salvado por la
campana’) se originó por los sistemas de cuerda medievales para alertar a
quienes se encontraban en la superficie en caso de entierro accidental. En
realidad, la frase proviene del boxeo.
No hay evidencia de que en la Edad
Media existiera un temor generalizado a ser
enterrado vivo. Igualmente, el término dead ringer (‘ser
idéntico a’) tiene su origen en las carreras de caballos y
no en el Medioevo. La frase graveyard shift (‘turno de noche’)
surgió en el siglo XX, no en el Medioevo.7
La serie de
televisión Cazadores de mitos probaron
el mito a ver si alguien podía sobrevivir a ser enterrado vivo durante dos
horas antes de ser rescatado. Uno de los presentadores, Jamie Hyneman, lo
intentó. Sin embargo, debido a que el ataúd se estaba doblando bajo el peso de
la tierra usada para cubrirlo, el experimento finalizó prematuramente debido al
riesgo y a la falta de oxigeno.
San Oran fue
un druida que vivía en la isla de Iona en las Hébridas Interiores de Escocia.
Se convirtió en seguidor de san Columba, que llevó el cristianismo a Iona y la
Europa continental desde Irlanda en el año 563. Cuando san Columba tuvo
problemas reiterados al construir la abadía de Iona original, mencionando
interferencias del demonio, san oran se ofreció como sacrificio humano, y fue
enterrado vivo. Lo desenterraron más adelante y encontraron que aún vivía, pero
pronunció tales palabras blasfemas describiendo la otra vida que había visto y
en la que no había cielo ni infierno, que ordenaron volver a cubrirlo. El
edificio de la abadía siguió adelante sin problemas y la capilla de san oran
marca el punto donde enterraron al santo.[cita requerida]

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